miércoles, 23 de abril de 2014

ESCOTALUNYA



Vivimos contantemente reflejados en los espejos ajenos. Es tanta la importancia que se concede a la opinión pública que se piensa, se actúa y se vive pendiente de la mirada aprobatoria de los demás.

Las redes sociales, de las que los chicos de Zuckerberg son el mejor exponente, son prueba de ello. Hay tanto narcisismo que el ciberespacio huele a tragapán.

Uno de los mejores exponentes de esta “reflexomanía” es el señor Mas. Para sí mismo quiere ser el mártir del siglo XXI de la causa, como Casanova lo fue en el XVIII.

Como aquél pretende tan sólo recibir alguna herida, alguna laceración no demasiado grave para dar una imagen doliente, abatida y resignada, antes de rendirse a la evidencia: Aunque lo pretenda, Escocia no es Cataluña.

El secreto mejor guardado del nacionalismo catalán es que Rafael Casanova, a cuya yaciente estatua se rinde venerada pleitesía cada 11 de septiembre, no murió en la defensa de Barcelona. Después de resultar herido y rendirse al mariscal francés duque de Berwick, se retiró a la casa de su hijo en San Baudilio de Llobregat. Le fue ordenado que entregara el título de ciudadano honrado con que le había agasajado el Archiduque Carlos de Austria en 1707, como reconocimiento a la tenaz defensa que había realizado a sus pretensiones de ser coronado Rey de TODA ESPAÑA. Casanova, una vez recuperado, fue amnistiado en 1719, regresó a Barcelona y volvió a ejercer como abogado hasta 1737, año en el que se retiró definitivamente. Murió en 1743, en San Baudilio de Llobregat, el 2 de mayo, y fue enterrado en la iglesia parroquial de la localidad al día siguiente.

Es cierto que los habitantes de ambos pueblos tienen alguna fama, inmerecida por supuesto, de cierta tacañería; pero la avaricia, incluso la avaricia exagerada, no es suficiente para establecer un reflejo identificativo entre ambas poblaciones. A pesar de que en ambos territorios hay en marcha un plan para conseguir la independencia, las coincidencias no pasan de la mera anécdota.

De hecho, las diferencias reales son mucho más importantes. Escocia ha sido un Reino independiente, con sus propios monarcas y su propia casa real, cosa que no se puede decir de su reflejo peninsular.

Escocia es una de las naciones que constituye el Reino Unido; Cataluña ha sido una Diputación General del Reino de Aragón, que reconoció como monarca a Carlos, nieto de Fernando II de Aragón, su último rey.  Carlos, que fue I en España y V en Alemania, unificó los reinos de sus abuelos en un único trono.

Escocia fue un estado independiente hasta 1707, fecha en la que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra, para crear el Reino Unido. La unión no supuso alteración del sistema legal propio de Escocia, que desde entonces ha sido distinto del de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, por lo que es considerada en el derecho internacional como una entidad jurídica distinta. Nada que ver con la patria chica de Lluís Llach y Pep Guardiola. Además cuanta con una dinastía real en la que, curiosamente, Cayetana de Alba es figura destacada.

El grado de autogobierno de Escocia es muy inferior al de la actual Diputación General de Cataluña ya que su parlamento no puede adoptar leyes ni normas sin la aprobación explícita del parlamento británico, que, de hecho, sigue conservando la capacidad de reformar, cambiar, ampliar o abolir el sistema de gobierno escocés a voluntad. Obviamente, esta parte se omite en el “riguroso” paralelismo de “Scotaluña”

Escocia puede celebrar un referéndum sobre su independencia porque es una nación que firmó un pacto de unificación que ahora se pretende cuestionar. No ocurre lo mismo a este lado del espejo, ya que no existen dos naciones, sino un único territorio común desde principios del siglo XVI. Territorio que es la suma de diferentes reinos en una única corona. Nunca existió el artificialmente pretendido “Reino de Catalunya”.

Y por último, pero no menos importante, el referéndum en Escocia se celebra por acuerdo entre el Parlamento Escocés y el Parlamento del Reino Unido. La pregunta formal de este referéndum será: ¿Debería Escocia ser un país independiente? Sí o No. Nada que ver con la enrevesada fórmula propuesta por los defensores del “masismo”.

En fin. Un cisne siempre será un cisne. Y un pato, siempre será un pato. Palabra de Garza.