Una de las recomendaciones
que te hacen siempre que tienes una entrevista, ya sea de trabajo, negocios,
social o cita a ciegas, es que procures causar una buena impresión.
Todos los gurús de las
relaciones sociales coinciden en que “nunca
tendremos una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”.
No se trata, pues, “de ser”
tanto como “de parecer”.
Don
Jacinto Benavente, en “Los
Intereses Creados”, pone en boca de su personaje CRISPÍN esta afirmación: “¡Antes me desprendiera yo de la piel que
de un buen vestido! Que nada importa
tanto como parecer, según va el mundo, y el vestido es lo que antes parece”.
Sin duda el Nobel de
Literatura madrileño conocía el viejo aforismo popular sobre la forma de vestir
que recoge el libro “Teatro Universal de Proverbios” en su entrada 918: “El hábito no hace al monje”.
El argumento que acompaña a
esta expresión es pura sabiduría secular.
Andar
al adivinar
es juzgar por lo exterior.
Pero más cumple mirar
para poder bien juzgar,
en el hombre, lo interior.
Ni por ver a uno andar
en hábito de seglar
dejara de ser calonge.
Que
el hábito no hace al monje,
mas la profesión reglar.
Eres
lo que eres con independencia de cómo vistas. No obstante, un estudio realizado
por el Departamento de Sociología de la Universidad de California en Berkeley
se empeñó en comprobarlo.
Esta
institución no es baladí, ya que figura entre las seis mejores del mundo
académico y, entre su profesorado, alumnos e investigadores, ha ganado un total
de 72 Premios Nobeles, nueve Premios Wolf, siete Medallas Fields, 18 Premios
Turing, 45 Becas MacArthur, 20 Premios Oscar y 11 Premios Pulitzer.
El
experimento, muy simple, consistió en formar dos grupos de alumnos voluntarios a
los que se les explicó que un sujeto anónimo y desconocido por ellos se
prestaba espontáneamente para comprobar la resistencia física del ser humano a
la electricidad.
El
sujeto era visible en todo momento para los participantes de la prueba.
El
supuesto director del proyecto les pedía que giraran un potenciómetro que, aparentemente,
aumentaba la carga eléctrica sobre una persona – un actor – que simulaba
recibir las descargas.
Un
grupo fue dirigido por alguien vestido de modo informal y desenfadado, aunque
sin caer en extremismos; el otro se encontró con un individuo vestido de Blazer,
pantalón impecable, zapatos brillantes y el flamante escudo de la universidad
bordado en el bolsillo superior izquierdo con el emblema del centro académico
bien visible: “Let there be light =
Hágase la luz”.
En
ambos casos se dieron las mismas razones y argumentos. En ambos casos actuaron
las mismas personas. Sólo cambió la forma de vestir del “director del proyecto”.
La
conclusión fue demoledora: En el primer grupo las instrucciones de aumentar la
carga eléctrica fueron desobedecidas cuando el indicador mostraba que se estaba
a punto de superar el límite de resistencia humana. En el segundo, la mayoría de sus integrantes no
tuvo inconveniente en llegar hasta la zona señalada como “peligro de muerte”.
Ahora
que cada quien saque sus conclusiones; pero parece evidente que COMO VAS, TE MIRAN.