martes, 4 de febrero de 2020

LA DUALIDAD DEL CROMOSOMA



En biología y citogenética, se denomina "cromosoma" a cada una de las estructuras altamente organizadas, formadas por ADN y proteínas, que contiene la mayor parte de la información genética de un ser vivo.

Como es sabido, cada célula de lo que pomposamente hemos llamado “Homo Sapiens” (en latín: Hombre Sabio) dispone de 23 pares de cromosomas. Uno de ellos contiene los factores que identifican el sexo, siendo “X-X” para el femenino y “X-Y” para el masculino. La excepción son los gametos, las células reproductivas que contiene la información genética: cada espermatozoide y cada óvulo sólo disponen de uno de los dos factores.
La determinación se produce en el mismo momento en el que un óvulo, que tiene siempre el valor X, es fecundado por un espermatozoide, que sólo puede ser X o Y.  Como consecuencia, si el óvulo adquiere el doble valor “X-X”, el bebé nacerá niña, siendo un niño para el caso de que su cromosoma contenga “X-Y”.
Esta identidad se mantiene inmutable e invariable en el tiempo, con independencia de la forma exterior de los genitales y de las transformaciones u operaciones que hayan podido afectar a estos órganos.
Pero una cosa es el sexo y otra la orientación e inclinación sexual, cosa conocida y reconocida desde hace miles de años.
De modo que hay cromosomas “X-X” que se sienten más atraídos por ese mismo grupo de cromosomas, al igual que existen identidades “X-Y” que hacen lo propio con sus afines. Obviamente, hay quienes alternan sus preferencias indistintamente entre ambos grupos de cromosomas cuando les place.
A estas relaciones se las podría denominar “Homocromosomáticas”, dado que se producen entre individuos de cromosomas iguales. (En este caso, el prefijo “HOMO” se refiere a la palabra griega que significa “IGUAL”)
La naturaleza ha dado a los seres vivos dos únicos mandatos: sobrevivir y perpetuarse.
Estas normas las siguen tanto el reino vegetal como el animal. Todas las especies necesitan del concurso de sus componentes masculino y femenino para cumplirlas. Es cierto que hay animales y plantas hermafroditas, como las que tienen los órganos masculinos (estambres) y femeninos (pistilos) dentro de la misma flor (el tomate o el pimiento, por ejemplo). También hay animales que disponen de ambos gametos y que fecundan los femeninos con los masculinos, como ocurre con el caracol, las lombrices, algunas ranas y el 2% de los peces.
Del Homo Sapiens no se conoce ningún caso de hermafrodistismo, es decir, de la capacidad de que el mismo individuo pueda fecundar y ser fecundado, si bien hay suficientes ejemplos (como el de Guadalupe Vargas en México, 1889), que presentan los signos externos de ambos sexos, pero que no disponen de ambos gametos, por lo que no pueden auto fecundarse.
No obstante, el sexo de cada individuo lo forman, en su conjunto, tanto las formas externas como las internas. Hoy es posible, mediante cirugía, dar una nueva apariencia a los genitales, pero no se pueden sustituir los ovarios, trompas de Falopio, útero y matriz por próstata, testículos y glande… o al revés.
Hablar de cambio de sexo con tanta frivolidad no es adecuado. El sexo no se permuta nunca, aunque se varíe la orientación sexual, se bifurque o se diluya. Dentro de mil años, si alguien realizase un examen del ADN de los restos de cualquier persona sometida a intervenciones y tratamientos para modificar la apariencia externa de sy sexo, su cromosoma no sabrá decir si le gustaba más la paella que el cocido; el Sevilla o el Betis; la Biblia o el Corán; los hombres, las mujeres, los transexuales, bisexuales o asexuales… pero sí dirá que fue una persona “X-X” o “X-Y”.
Es la dualidad del cromosoma.