No, Mariano. A usted NO le han votado once
millones de personas. Han votado a su programa (que por cierto no ha cumplido),
a sus siglas o a su partido; pero no a usted, ya que las listas son cerradas y
no se permite tachar ningún nombre. De ser así, igual ni habría salido elegido.
Y
dicho esto, vamos con Yalta. En la
histórica conferencia del mismo nombre los aliados-enemigos (Churchill, Roosevelt y Stalin) se repartieron
los cromos de Europa. Luego ratificaron un nuevo "pacto" en Potsdam en el que Rusia accedió a dividir Berlín y Viena entre sus
aliados-enemigos y poco más. Los ciudadanos europeos “liberados” del nazismo
cambiaron de dueño de la noche a la mañana. Por eso el mundo libre (esa parte
del mundo bajo el control de EE.UU.)
no movió un dedo durante la revolución húngara, ni en la primavera de Praga, ni…
Ahora
estamos viviendo una burda imitación, lo que se podría considerar una Yalta a la española, donde los ayer enemigos
hoy se consideran aliados “Por el bien
de España” (Curiosa frase con la que los partidarios del “Tejerazo” trataban de justificar el
fracasado y ¿último? intento de golpe de estado.
- Quédate con Extremadura a cambio de Madrid.
Te doy tres ayuntamientos por Valencia. Si te allanas en Galicia yo me abstengo
en Andalucía.
- Bueno, vale; pero Barcelona y Sevilla lo
partimos entre tres, que de alguna manera tengo que compensar que me apoyen en
otras partes. Y Valencia y Madrid valen por lo menos seis alcaldías cada una.
El
votante asiste perplejo a este infantil reparto de cromos territoriales. Claro
que el “Bien de España”, el “Bien común de los españoles” o, simplemente, “El
bien”, les importan un comino. El camino del “Bien”, sin más, pasa por la sede
de mi partido. Lo que es bueno para el partido es bueno para mí; y por lo
tanto, es bueno para todo el conjunto de los españoles.
De
este modo se da la paradoja democrática de que los votantes de “X”, que no
querían que “Y” gobernara su municipio o
su república independiente, asisten con estupor al acuerdo de los
enemigos-aliados para que no gobierne “Z”, a pesar de ser la lista más votada,
por lo que su voto sirve para poner en la poltrona justo a los que no quería
ver allí.
La
política hace extraños compañeros de viaje y de cama. También de alcaldías y comunidades.
De todas formas, si es cierto que quienes de verdad gobiernan son los grandes
bancos, el gran capital y las multinacionales, ¿Qué más da el color de la
marioneta si los hilos los mueven los de siempre?
Que alguien lo explique.