sábado, 8 de agosto de 2015

CUESTIÓN DE PRIORIDADES

Con argumentaciones consideradas falaces (falsas en su planteamiento), el filósofo Zenón de Elea exponía en sus paradojas (Aquiles y la Tortuga, La Flecha Caminante, etc.) que el movimiento no existe.

Diógenes el cínico, que buscaba con una linterna a plena luz del día “Una persona honrada”, sostuvo que el movimiento se demuestra andando.

Hace miles de años nos dimos cuenta de que resultaba más práctico, eficiente y productivo disponer de animales propios (ganado), que perseguirlos en extenuantes jornadas cinegéticas. Excepto una animosa y minoritaria parte de la población mundial que se abstiene de comer cualquier tipo de animales, la mayoría consumimos carne procedente de granjas especializadas. Ya casi no hay rediles, ni establos, ni gallineros: todo es más industrial, más eficiente, más productivo, más rentable y hasta más higiénico, dicen.

Por otra parte tengo el máximo respeto por los defensores de los animales; pero más por los defensores de la Humanidad, género del que me considero parte activa. No me gustan los toros; pero no me considero anti taurino. No como demasiada carne; aunque eso no me convierte en vegano. No le deseo mal a nadie; pero esa noble idea no me hace más santo ni más perverso.

Los cruentos y crueles sacrificios de otros seres vivos de la antigüedad han dado paso a los ¿menos? crueles e incruentos medios de los modernos mataderos industriales. Con todo ¿Quién no ha adelantado alguna vez a alguno de esos camiones que trasportan animales amontonados al matadero? La angustia que desprenden sus miradas hace que te cueste adelantar con la calma debida.

Este vídeo muestra la exquisita corrección y el esmerado trato que aplicamos a los portadores de proteínas animales con los que nos alimentamos a diario. Lo cierto es que el omnívoro predador humano es capaz de ingerir todo lo que se mueve (perros, gatos, hormigas, insectos… cualquier ser vivo, en definitiva) y lo que no se mueve también siempre que resulte “comestible”.


Ignoro si muchos de los detractores del maltrato animal, de cuyo colectivo me considero parte, conocen esta faceta de nuestro día a día. O si, conociéndola, la catalogan como “un daño colateral”, una especie de “tributo de las cien doncellas” que tenemos que asumir como mal menor, al igual que las muertes en carretera, por accidente laboral o por violencia contra la mujer: Mera y fría estadística, un porcentaje positivo o negativo respecto del año anterior y poco más.

Después de ver esto muchos nos planteamos si no sería mejor hacerse veganos. Hay más crueldad en una jornada de cualquier matadero industrial que en todo un año de festejos taurinos de cualquier plaza de toros. Es cuestión de prioridades.