Con argumentaciones consideradas
falaces (falsas en su planteamiento), el filósofo Zenón de Elea exponía en sus paradojas (Aquiles y la Tortuga, La
Flecha Caminante, etc.) que el movimiento no existe.
Diógenes el cínico, que buscaba con una linterna a plena luz del
día “Una
persona honrada”, sostuvo que el movimiento se demuestra andando.
Hace miles de años nos dimos
cuenta de que resultaba más práctico, eficiente y productivo disponer de
animales propios (ganado), que perseguirlos en extenuantes jornadas
cinegéticas. Excepto una animosa y minoritaria parte de la población mundial
que se abstiene de comer cualquier tipo de animales, la mayoría consumimos
carne procedente de granjas especializadas. Ya casi no hay rediles, ni
establos, ni gallineros: todo es más industrial, más eficiente, más productivo,
más rentable y hasta más higiénico, dicen.
Por otra parte tengo el máximo
respeto por los defensores de los animales; pero más por los defensores de la
Humanidad, género del que me considero parte activa. No me gustan los toros;
pero no me considero anti taurino. No como demasiada carne; aunque eso no me
convierte en vegano. No le deseo mal a nadie; pero esa noble idea no me hace
más santo ni más perverso.
Los cruentos y crueles
sacrificios de otros seres vivos de la antigüedad han dado paso a los ¿menos?
crueles e incruentos medios de los modernos mataderos industriales. Con todo
¿Quién no ha adelantado alguna vez a alguno de esos camiones que trasportan
animales amontonados al matadero? La angustia que desprenden sus miradas hace
que te cueste adelantar con la calma debida.
Este vídeo muestra la exquisita
corrección y el esmerado trato que aplicamos a los portadores de proteínas
animales con los que nos alimentamos a diario. Lo cierto es que el omnívoro
predador humano es capaz de ingerir todo lo que se mueve (perros, gatos,
hormigas, insectos… cualquier ser vivo, en definitiva) y lo que no se mueve
también siempre que resulte “comestible”.
Ignoro si muchos de los detractores
del maltrato animal, de cuyo colectivo me considero parte, conocen esta
faceta de nuestro día a día. O si, conociéndola, la catalogan como “un daño
colateral”, una especie de “tributo de las cien doncellas” que tenemos que
asumir como mal menor, al igual que las muertes en carretera, por accidente laboral o por violencia
contra la mujer: Mera y fría estadística, un porcentaje positivo o negativo
respecto del año anterior y poco más.
Después de ver esto muchos nos
planteamos si no sería mejor hacerse veganos. Hay más crueldad en una jornada
de cualquier matadero industrial que en todo un año de festejos taurinos de
cualquier plaza de toros. Es cuestión de prioridades.