Ignoro si existe la
rencarnación, pero en los últimos tiempos hemos podido ver a Moisés rencarnado en
Judá Ben-Huir, en Rodrigo Díaz de Vivar, en Miguel Ángel Buonarroti, en el
héroe del Planeta de los Simios, en el mayor Dundee, en Marco Antonio, en
Príncipe y Mendigo y hasta en el presidente de la Asociación Nacional del
Rifle, Charlton Heston.
De todas sus vidas, la
más fascinante de todas, en mi aérea opinión, fue la de Miguel Ángel.
Dado que en
todos sus papeles ha mantenido el rictus duro de su expresión facial, le
cuadraba perfectamente con el artista de toscano.
Nada que ver con el legado impagable que dejó el contadino de Caprese a la humanidad. Ahí las cosas son muy diferentes,
Además de la escultura
de las esculturas, el Gigante de la Academia de Florencia, Miguel Ángel nos
dejó su Moisés, al que una vez terminado le ordeno: ¡Habla!. Tal era su
perfección. Como todo artista era orgulloso y le dolió tanto oír que su Piedad
era atribuida a otro artista rival, que firmó su trabajo por una única vez: MICHAEL.
ANGELVS. BONAROTVS. FLORENT[INVS].FACIEBAT
Para la Cúpula de San
Pedro del Vaticano se inspiró en la del Duomo de Florencia, obra de Brunelleschi,
a quién rindió merecido homenaje aseverando que “la haré más grande, pero no más bella”
Hoy, 31 de octubre de
2012. Se cumplen 500 años de su obra más elaborada: La bóveda de la Capilla
Sixtina.
Esta capilla, construida
bajo el papado de Sixto IV, se encuentra
a la derecha de la Basílica de San Pedro y originalmente servía como capilla de
la fortaleza vaticana. Es famosa por su arquitectura, evocadora del Templo de
Salomón del Antiguo Testamento, y su decoración al fresco, obra de los más
grandes pintores renacentistas, como Rafael y Botichelli. La decoración de la
Bóveda fue encargada por el Papa Julio II, cuya recreación, a manos de Rex Harrison en El Tormento y el Éxtasis,
es notable.
Especial mención a las
escenas del Juicio Final y de la Creación, cuando el dedo del creador
dota de vida y capacidades mentales al cuerpo de Adán.
Hoy, desde que Miguel
Ángel diera por terminado el encargo de Julio II, el planeta ha completado 500 ciclos
al sol, pero sin regresar nunca al punto de partida, por lo que sólo podemos
mirar atrás en el espacio-tiempo para imaginar cómo debió sentirse al ver su
obra sin andamios, sin cortinas… sin turistas.
En estos momentos deseo
fervientemente que el autor del David se pueda reencarnar tantas veces como
desee.