Vanitas vanitatis et omnia vanitas! Vanidad de vanidades y todo es
vanidad.
Se termina este domingo la Feria
del Libro de Madrid, en su septuagésima tercera edición, en la que esta garza
ha tenido el discutible privilegio de participar como firmante de ejemplares de
su obra “Llora como mujer”.
Habida cuenta de que a los
escritores “desconocidos” no se les dan muchas oportunidades para participar en
este tipo de eventos, lo primero que experimentas al enterarte es una especia
de satisfacción que empieza a alimentar tu vanidad y te impele a hacerlo partícipe
a toda la ciudad y al mundo (una especie de Urbi et Orbi, pero más pagano).
Luego caes en la cuenta de que,
como no tienes el nombre de Vargas Llosa, ni el marketing de Dan Brown, va a
ser muy difícil de que tu glorioso paso por la élite de la literatura
contemporánea se vea reflejado “como mereces”.
“Dios mío. ¡Cuánta razón tengo y
qué equivocado está el mundo!”, decía Metternich. Bueno, muchos no lo decimos,
al menos en voz alta, pero lo pensamos muy a menudo y, lo que es peor, lo
creemos muy frecuentemente.
El caso es que la distribuidora,
que no la editorial, premia tu presencia en la Feria concediéndote tres horas
matinales de un día de diario para vender un número determinado de ejemplares.
Tuve suerte y alcancé el 80% del objetivo, gracias al enorme despliegue
realizado por mis desinteresados protectores a quién es de obligado respeto
mencionar; pero a la hora prefijada pasé por caja para “adquirir” el 20%
restante.
Con un poco menos de vanidad y un
mucho más de realismo volví por la tarde y me aposenté en el quiosco de bebidas
instalado junto frente a mi caseta. Y de
este modo pude completar el objetivo. Prueba superada.
Ya es sabido que “cada uno habla
de la feria según le va en ella”, así que no pretendo juzgar el todo por una
parte, y mucho menos por una parte tan menor. Lo cierto es que lo pasé muy bien
al otro lado del mostrador. Fuí entrevistado en tres ocasiones por estudiantes
de IES a los que sus profesores de lengua les habían pedido visitar la Feria.
Tuve una discusión con un viejo sindicalista que decía exactamente lo mismo que
yo, pero que sólo lo admitía si lo pronunciaba él mismo. Un ciudadano de la República
Argentina me hizo partícipe de la “verdadera razón” por la que Catalunya quiere
la independencia. Una señora me hizo contarle la historia del libro y me dio las
gracias y una enseñanza de economía de guerra “No tengo dinero para comprar
libros, pero me gusta que me cuenten de qué va y así me hago a la idea de que
los he leído”… Vamos hacia Fahrenheit 451…
Llamadas, mensajes de texto,
ánimos y buenos deseos. Al final, muy positivo.
Y ahora vamos con los reconocimientos
debidos. Sólo pondré nombres porque cada persona sabe de quién se trata.
Por orden de intervención: Marina,
Bea, Héctor, Isa, Sito, Cristina, Francisco, Guillermo, Toya, Ana, Ángel, Menchu,
Fabiola, Araceli, Quini, Flor, María José, Juan Pedro, Jesus y Mariloli. Y
luego están “Las Sirenas”, aunque el
mérito principal es de Marijose. Y, Carmen, desde la obligada distancia; Guzmán desde más lejos todavía y a Merche, que se quedó con Noa.
A todas las personas que me han
apoyado con su presencia y su cariño, aunque no hayan podido estar físicamente,
millones de gracias.
La Garza agradecida.