Para un tal Aristóteles el ser
humano es un animal político. Esto significa dos cosas. La primera, que los
humanos somos animales. La segunda, que nos amontonamos en grupos y formamos
aldeas, pueblos, villas y burgos que necesitan un mínimo ordenamiento de los asuntos de la comunidad.
Los eruditos dicen que la
política es una rama de la moral que se ocupa de resolver los problemas que
plantea la convivencia de una sociedad libre, compuesta por personas libres. Es
un quehacer orientado al bien común.
El resto de los animales
forman bandadas, piaras, jaurías, manadas, rebaños, enjambres y cualquier otra
denominación que el mamífero superior se digne otorgar. Curiosamente también
tienen problemas derivados de la convivencia y también tienen un líder, jefe,
guía o cabecilla que ejerce la autoridad. La diferencia es que el más
capacitado suele ser el dirigente del grupo y cuando deja de estarlo,
generalmente por la edad, es sustituido sin tragedias por un nuevo líder.
A veces compiten entre ellos
durante horas para demostrar quien tiene más fuerza, valor y arrojo, pero el que
se ve perdedor se retira prudentemente (dimite de candidato) y asunto
arreglado.
Respecto al uso de la fuerza
en el ser humano, algunos autores legitiman su utilización como la
característica principal de la política. Siguiendo con esta idea, la política sería
el ejercicio del poder que busca un fin orientado al bien común del colectivo. Por
lo tanto se debe propiciar la participación ciudadana como único medio de
distribuir y ejecutar el poder según sea necesario para alcanzar el bien común.
Respecto al uso de la
fuerza, los combates más espectaculares se dan entre los ungulados, muchas de
cuyas especies poseen una poderosa cornamenta que les permite repeler los
ataques de sus predadores y vencer en
los “comicios” por liderar al grupo.
Estos animales, al contrario
que el hombre, lucen con orgullo sus hermosos cuernos y presumen y se pavonean
de sus atributos hasta el punto de que se consideran “príncipes de la
espesura”, como Bambi una vez adulto.
Entre los humanos es
probable que el más cornudo sea también el líder, pero al poseer este término
una consideración peyorativa no está bien visto que se le alabe por ello.
La etología es una ciencia
que estudia el comportamiento de los animales como modelo de las conductas
humanas, pero en el caso de los cuernos no está bien visto extrapolar. A pesar
de todo, a veces se emplea alguna referencia a la invisible cornamenta con admiración
y legítimo orgullo: “Cómo nos ha engañado, qué cabrón”, “qué suerte tiene el
cabrón” o “Qué cabronazo, como ha sabido salir del problema”.
Claro que no hay que
confundir estas frases con la expresión escueta y desnuda de “cabrón”. Dicho,
así, sin más, se considera el peor atentado a la dignidad de la persona
aludida, lo que es contradictorio con la etología.
Respecto a su etimología, la
palabra política procede del latín politicus y esta del griego
πολιτικός (léase politikós), cuyo significado es 'civil, relativo al ordenamiento
de la ciudad o los asuntos del ciudadano'. Al menos esta es la idea
original.
El sabio Aristóteles también
decía que las ideas son todas puras, no así las personas encargadas de ponerlas
en práctica.
Propongo que en las próximas
elecciones los candidatos se den topetazos hasta que sólo quede uno en pie. Además
de por ser el más fuerte y tener la cabeza más dura, le podremos aclamar como gran cornudo sin temor a las
represalias.
Total.