Cuando estuve en Boston, viajero incansable, realicé todo
tipo de excursiones a las cercanías. Una me llevó hasta Montreal, atravesando tres
estados y otro país… pero esa es otra historia.
Un fin de semana me acerqué a Concord atraído por sus
leyendas literarias: Louisa May Alcott y Henry David Thoreau.
Del segundo envidié su estancia de 2 años en las orillas del
Walden Pond (y la obra que escribió al respecto, “Walden”)
Ahora venden las auténticas “mood’s pilow” con las palabras
estampadas, incluso con caritas sonrientes o enfadadas, según el caso.
El estado de ánimo se tiende a confundir con la felicidad y
es necesario aclarar que ser feliz NO
es un estado de ánimo, sino una actitud constante de cada persona con respecto
a su entorno y sus propias circunstancias.
Se dice que el dinero no hace la felicidad; pero lo cierto
es que es más frecuente encontrar gente feliz entre los adinerados que entre
los que no tienen garantizada la subsistencia.
Cada animal, cada ser vivo, tiene dos objetivos básicos: El
primero es perpetuar su especie; el segundo es sobrevivir lo suficiente para
poder cumplir el primero. No nacemos
para ser felices: nacemos para ser. Lo que ocurre es que una vez que nos
aseguramos de que tenemos cubiertas las necesidades básicas para alcanzar
nuestros objetivos principales nos ponemos a pensar en algo para lo que no
tenemos respuesta todavía: ¿Qué pinto yo aquí? ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Qué
pasará luego? ¿Mientras tanto, qué hago?... y la existencia misma se va
complicando.
Decía Epicuro que la felicidad es la ausencia de dolor y de
preocupaciones. No me imagino a nadie que desee tener dolores o preocupaciones,
de modo que hay que deducir que todos queremos ser felices.
Pero para ser feliz no basta con desearlo, obviamente. Las
frases tipo “La felicidad está en ti”; “No eres más feliz porque no quieres”;
“Desea algo y las fuerzas cósmicas se podrán en marcha para cumplir tu deseo”
son muy difíciles de entender por ese padre de familia que había arrastrado a
los suyos a una nueva ciudad en la que la empresa iba a comerse el mundo… y que
cierra tres meses más tarde despidiendo a toda la plantilla. O por los millones
de refugiados a los que la facción armada dominante considera enemigos y
ejecuta y persigue sin piedad. O por los “especialistas” creados por nuestros
nobles gobernantes con sus eficaces medidas económicas que rebuscan en los
contenedores de las basuras mañana, tarde y noche. O por esos 13 millones de
personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en España y que dice Joaquín
Leguina que son un invento de las ONG’s para poder “vivir” de los pobres…
El “no eres feliz porque no quieres” me sigue sonando al
conformismo adormidera que salía (y sale) de los púlpitos. No se es feliz
porque no se dan las condiciones para ello. Porque dolores y preocupaciones no
nos dejan serlo. Si me quieres ver feliz quítame las preocupaciones que me
afectan y no me vendas frases vacías.
Por supuesto, el dinero NO garantiza la felicidad. Pero no
es incompatible. Tampoco las subvenciones. Es infinitamente mejor generar
empleo estable que la “limosna institucional” de la paga mínima…que sólo crea clientelismo
y economía sumergida.
Lo resumía el refranero popular
español con gran acierto: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Me adhiero al pensamiento de Epicuro, todos queremos ser felices. Tambien es cierto que hay circunstancias que hacen difícil creer que se pueda ser feliz, cuando el entorno grita lo contrario. No sé si creo mucho en la suerte y en el poder de los sueños, pero estoy segura que esfuerzo y empeño son imprescindibles para emprender el camino que lleva a convertir esos sueños en realidad.
ResponderEliminarGracias por llevarme a los recuerdos gratos de la niñez y los libros de Louise M. Alcott