miércoles, 22 de julio de 2015

A DIOS ROGANDO...

Cuando estuve en Boston, viajero incansable, realicé todo tipo de excursiones a las cercanías. Una me llevó hasta Montreal, atravesando tres estados y otro país… pero esa es otra historia.

Un fin de semana me acerqué a Concord atraído por sus leyendas literarias: Louisa May Alcott y Henry David Thoreau.

Del segundo envidié su estancia de 2 años en las orillas del Walden Pond (y la obra que escribió al respecto, “Walden”)


De la primera su capacidad para describir su vida y la de sus hermanas de una manera tan familiar en plena guerra civil. En la obligada visita a su mítica residencia, Orchard House, dos cosas  me llamaron la atención: La casa no era tan grande como había imaginado al leer su historia… y el pequeño almohadón con el que Louisa mostraba su estado de ánimo a los demás no tenía dos lados diferentes: si descansaba en un extremo del sillón, su dueña estaba feliz; si, por el contrario, el almohadón permanecía en el medio del sofá, se suponía que nadie podía dirigirle la palabra.




Ahora venden las auténticas “mood’s pilow” con las palabras estampadas, incluso con caritas sonrientes o enfadadas, según el caso.

El estado de ánimo se tiende a confundir con la felicidad y es necesario aclarar que ser feliz NO es un estado de ánimo, sino una actitud constante de cada persona con respecto a su entorno y sus propias circunstancias.

Se dice que el dinero no hace la felicidad; pero lo cierto es que es más frecuente encontrar gente feliz entre los adinerados que entre los que no tienen garantizada la subsistencia.

Cada animal, cada ser vivo, tiene dos objetivos básicos: El primero es perpetuar su especie;  el  segundo es sobrevivir lo suficiente para poder cumplir el primero. No nacemos para ser felices: nacemos para ser. Lo que ocurre es que una vez que nos aseguramos de que tenemos cubiertas las necesidades básicas para alcanzar nuestros objetivos principales nos ponemos a pensar en algo para lo que no tenemos respuesta todavía: ¿Qué pinto yo aquí? ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Qué pasará luego? ¿Mientras tanto, qué hago?... y la existencia misma se va complicando.

Decía Epicuro que la felicidad es la ausencia de dolor y de preocupaciones. No me imagino a nadie que desee tener dolores o preocupaciones, de modo que hay que deducir que todos queremos ser felices.

Pero para ser feliz no basta con desearlo, obviamente. Las frases tipo “La felicidad está en ti”; “No eres más feliz porque no quieres”; “Desea algo y las fuerzas cósmicas se podrán en marcha para cumplir tu deseo” son muy difíciles de entender por ese padre de familia que había arrastrado a los suyos a una nueva ciudad en la que la empresa iba a comerse el mundo… y que cierra tres meses más tarde despidiendo a toda la plantilla. O por los millones de refugiados a los que la facción armada dominante considera enemigos y ejecuta y persigue sin piedad. O por los “especialistas” creados por nuestros nobles gobernantes con sus eficaces medidas económicas que rebuscan en los contenedores de las basuras mañana, tarde y noche. O por esos 13 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza en España y  que dice Joaquín Leguina que son un invento de las ONG’s para poder “vivir” de los pobres…

El “no eres feliz porque no quieres” me sigue sonando al conformismo adormidera que salía (y sale) de los púlpitos. No se es feliz porque no se dan las condiciones para ello. Porque dolores y preocupaciones no nos dejan serlo. Si me quieres ver feliz quítame las preocupaciones que me afectan y no me vendas frases vacías.

Por supuesto, el dinero NO garantiza la felicidad. Pero no es incompatible. Tampoco las subvenciones. Es infinitamente mejor generar empleo estable que la “limosna institucional” de la paga mínima…que sólo crea clientelismo y economía sumergida.

Como Thomas Jefferson creo mucho en la suerte y en el poder de los sueños. Y, como Thomas Jefferson, he comprobado que cuanto más me esfuerzo y más empeño pongo, más se cumplen.

Lo resumía el refranero popular español con gran acierto: “A Dios rogando y con el mazo dando”.

1 comentario:

  1. Me adhiero al pensamiento de Epicuro, todos queremos ser felices. Tambien es cierto que hay circunstancias que hacen difícil creer que se pueda ser feliz, cuando el entorno grita lo contrario. No sé si creo mucho en la suerte y en el poder de los sueños, pero estoy segura que esfuerzo y empeño son imprescindibles para emprender el camino que lleva a convertir esos sueños en realidad.
    Gracias por llevarme a los recuerdos gratos de la niñez y los libros de Louise M. Alcott

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