Durante el circo del caso… (Perdón).
Durante el juicio del caso Noos
quedó demostrado más allá de cualquier duda razonable que Hacienda no somos
todos.
A los que no nos queda otra
que “contribuir” por deducción directa nos pareció una especie de burla que la
propia Hacienda, a través de sus representantes legales, nos hiciera caer del
burro y reconocer que “no todos” contribuimos a engrosar las arcas del Estado.
Esas arcas con las que se
paga a una familia real; a un gobierno central, a diecisiete repúblicas
autónomas y a dos ciudades-estado. Todos con sus presidentes, ministros,
consejeros, asesores, directores generales y demás parafernalia oficial.
No es extraño que surjan
voces reclamando que de los dineros públicos no se destine ni un céntimo para
subvencionar a las confesiones religiosas, alegando la declarada situación aconfesional
del Estado.
Además, añaden, no todos los contribuyentes son creyentes,
militantes, seguidores o simpatizantes. Así pues, quien quiera templos que los
pague.
Siendo coherentes cabría
hacer notar que no todos los contribuyentes votan a los partidos. Es más, sólo
una minoría son militantes, seguidores, o simpatizantes. La abstención es un
índice cada vez más creciente.
También es cierto que los
afiliados a las diferentes centrales sindicales son cada vez menos y sus antaño
tumultuosas demostraciones de fuerza hace tiempo que son sólo un recurso de
hemeroteca.
De modo que me atrevo a
solicitar a los poderes públicos que suspendan con carácter urgente las subvenciones,
ayudas, aportaciones, sufragios y financiación que se hace, con dinero público,
a las organizaciones políticas, sindicales, patronales y confesionales.
Con el dinero ahorrado se
pueden incrementar las partidas de Sanidad, Educación, Energía e Infraestructuras
que es lo que queremos los contribuyentes.
Quien quiera hechiceros, que
los pague. O un preclaro líder. O un animador de circo.
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