miércoles, 3 de julio de 2013

CATARSIS



En los años 70 del pasado siglo se nos vendía la idea de que las empresas japonesas eran tan eficientes porque disponían de las llamadas SALAS DE CATARSIS.

Nos podíamos imaginar a la empresa HONDA o TOYOTA provistas de salas subterráneas insonorizadas en cuyas paredes colgaban fotografías a gran tamaño de sus principales directivos. Cuando un empleado sentía rabia por un tratamiento inmerecido o injusto, se dirigía a la sala de catarsis y golpeaba, lanzaba objetos, increpaba, reprendía y regañaba al responsable de su malestar personal. Tras esta purga o purificación (Katarsis, en griego), el agravio había desaparecido y todo volvía a ser placentero y lleno de Zen.

Sabido es que los japoneses son uno de los pueblos más civilizados y cívicos del planeta, tal como demostraron con su comportamiento ejemplar tras el devastador tsunami de marzo de 2011. De modo que antes de una confrontación en caliente en la que siempre se dicen y hacen cosas de forma precipitada, se purifican y siguen a lo suyo. Admirable.

Aristóteles atribuía a las tragedias griegas la función de generar una catarsis colectiva entre los espectadores, que verían en la historia que se teatralizaba una forma de redimir o purificar sus propias malas acciones proyectadas en los personajes, observando el inevitable y merecido castigo que se les infligía, pero sin experimentarlo en ellos mismos. Se podía decir que se quitaban un peso de encima.

La R.A.E de la lengua define el término con cinco acepciones:
1. f. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza.
2. f. Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones.
3. f. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.
4. f. Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso.
5. f. Biol. Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo.

Si, por ejemplo, nos quedamos con la última definición de la palabreja, podríamos determinar que, cuando nos liberamos de bilis, mala baba, indignación, rabia y cualquier otra pasión humana, estamos realizando un ejercicio de catarsis, como los japoneses de los 70.

Una de las grandes ventajas de la experiencia nipona está en el hecho de que la persona, una vez purificada, no siente agravio ni rencor. El retrato del directivo se renueva a diario y nadie sufre daño alguno. Claro que los propietarios de las imágenes más utilizadas eran a su vez llamados a capítulo, porque provocaban demasiados conflictos y alguno se podría salir de madre. Cuestión de estadística.

Por otra parte, también había un sutil control de los usuarios de la sala de catarsis dada su condición de persona susceptible y controvertida. De este modo, todos felices, llenos de armonía Wa, Suiseki e Ikebana.

Con las redes sociales pasa exactamente igual. Damos bofetadas a diestro y siniestro, insultamos, denigramos, denunciamos y ponemos en solfa a toda persona que no nos cae bien, sin más… y una vez despachados a gusto nos dormimos placenteramente con la conciencia tranquila, nuestra rabia purificada y llenos de Zen.

Claro que ahora ya hay poca gente que ignore que lo que se publica en Facebook, twiter, tuenti, whatsapp, Line y demás vías de expresión digital es almacenado, analizado y sopesado cuidadosamente para ponderar su posible riesgo potencial. Para prevenir actos terroristas, se justifican.

Y en la práctica es lo mismo. Partimos la cara a Mariano, Alfredo, José Luis, Dolores, Esperanza, las Sorayas, Manuel y compañía, pero en el ciberespacio. Y nos quedamos tan felices. Y ellos, ni te cuento. Si no existiera la catarsis tecnológica, habría que inventarla. 

Mucho mejor y más cómodo que manifestarse en la calle, dónde va a parar….

1 comentario:

  1. Si. Se pasa menos calor, no te mojas y no entra claustrofobia con la gente de alrededor...

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