Contaba Miguel Gila a un amigo que, en cierta ocasión, estaba subido en un
baobab admirando la fauna africana. Al descender observó con sorpresa que
estaba totalmente rodeado por leones.
- ¿Cómo saliste
de allí? –preguntó el amigo.
- Con
educación –repuso Gila –
Por favor ¿Me permite? Gracias. Por favor ¿Me permite? Gracias.
“Por favor”, “¿Me permite?”,
“Gracias”. Son tres expresiones tabú en la sociedad española moderna. Claro que
una cosa es tener educación, como sinónimo de formación, instrucción,
adiestramiento o capacitación (educación académica) y otra muy distinta es
tener educación social como la urbanidad, la conciencia moral, buenas maneras o
buenas costumbres. Se puede tener mucho de la primera y poco o nada de la
segunda.
Hay muchas personas con
titulación superior que son incapaces de dar las gracias o devolver los buenos días de forma educada. Cuando estas personas son preguntadas por su
escasa o nula reacción alegan timidez, en buen número de casos, derecho a sus
propias decisiones en algunos otros o un simple no me había dado cuenta. A
veces una combinación de las tres aderezada con sus propias razones personales:
No puedo estar pendiente de todo, no hago
daño a nadie, etc., etc.
Pero si alguien aduce que “no tienen educación” la reacción suele
ser siempre la misma “Más que cualquiera”.
El problema es que, al contrario de la educación “académica”, la educación “social”
tiene que demostrarse constantemente ya que cualquier oportunidad fallada para
demostrar urbanidad supone automáticamente “una
falta de educación”
Al norte del país, nuestros
vecinos están todo el día con el “please,
may I?, thank you,” y el “s'il vous
plaît, puis-je?, merci,” Aunque, en honor a la verdad, a muchos de ellos
se les olvida nada más cruzar los Pirineos, lo que podría dar que pensar que
igual lo da la tierra patria…
De todas formas, la buena
educación no es incompatible con ninguna otra característica o faceta de la
personalidad humana. Se puede ser muy sincero, pero sin buena educación se entra en la
grosería. Se permite la timidez, pero sin un mínimo de la denominada buena
educación, se cae en lo antisocial. Se puede ser un espíritu muy libre y con
grandes dosis de “a mí nadie me dice lo que tengo que hacer”, pero sin un ápice
de educación el resultado es la soberbia.
Amando
de Miguel, reconocido sociólogo (al menos uno, qué bien) dice que “La base de la urbanidad, de la buena
educación, es moral: no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”. Respeto
esencial, vamos. Para Mark Twain el
culto al propio yo es el origen de la mala educación: “La buena educación consiste en ocultar el mucho bien que pensamos de
nosotros y el poco bien que pensamos de los demás” Una visión “educada” del egoísmo.
En la práctica un inglés
nunca llamaría a otra persona “tonto el haba”.
Lo más que diría es “No podría afirmar
que estoy en total desacuerdo con los que te consideran un inútil y un sin sentido”.
Fuera de broma, es de admirar la frase ”estoy
en total desacuerdo con lo que usted afirma, pero respeto escrupulosamente su
derecho a expresarlo” Eso es educación de la buena.
Decía Paco Rivero que una cosa es el civismo y otra la civilización. Hay
gente muy civilizada que no tiene nada de civismo. Eso sí, tienen cultura
libresca – afirmaba.
Claro que no hay que confundir esducación con hipocresía. El presidente abolicionista de la esclavitud negra en Estados Unidos, Abraham Lincoln, paseaba por los jardines de la Casa Blanca y siempre contestaba cortésmente a los saludos de sus jardineros de raza negra. Un miembro de su gabinete le llamó la atención al respecto: "Señor presidente ¿Cómo es que devuelve el saludo a los jardineros?" "¿Debo demostrar yo menos educación que un negro?" - repuso el presidente.
Señor, señor....
No hay comentarios:
Publicar un comentario