sábado, 1 de febrero de 2014

EL DERECHO A VIVIR



Ilustres consejeros, he aquí mis conclusiones sobre el informe que han tenido a bien encargarme.

Como saben, en uno de los brazos de nuestra galaxia hay una estrella en cuyo tercer planeta descubrimos, hace ya casi dos millones de años, un inmenso potencial para la vida.

Después de crear las condiciones objetivas para el desarrollo de su especie más adaptada nos retiramos discretamente para dejar que progresaran por sus propios medios, de acuerdo con el principio universal de libre albedrio.

Hace unos dos mil quinientos ciclos floreció una civilización en la que destacaba el amor por el arte y la cultura y los principios de ciertas formas de gobierno  que perduran en la actualidad

Una de las naciones de este no tan lejano planeta se rige por unos gobernantes elegidos por sufragio. Este gobierno defiende el sagrado derecho a la vida, ley cósmica de alcance infinito, como bien saben los esclarecidos miembros de este consejo.

Consideran que su poder emana de cierta clase de espíritu superior que les guía y ordena las disposiciones y normas que promulgan para el mayor bien de la sociedad que gobiernan.

De este modo, imbuidos de esas atribuciones sacrosantas, legislan sobre la moral y no sobre la justicia y establecen como prohibido que  la parte de la especie que posee las funciones de gestación y parto pueda decidir sobre sobre cuando gestar y cuando parir.

Aducen para ello el inalienable e indiscutible derecho a la vida, ley universal que establece que toda forma o manifestación de vida tiene derecho a existir.

Sorprendentemente no dudan en sacrificar para su placer y su deleite a otras formas de vida, consideradas menores, en una especie de circo en el que son torturadas y asesinadas en medio del delirio de los asistentes.

Abogan, como digo,  el eterno y divino derecho de las células vivas para desarrollarse y convertirse en individuos de su especie recién nacidos. Pero nada más.

Se considera como una falta de moralidad interrumpir la concepción, Para ello aducen argumentos emitidos y avalados por los hechiceros y nigromantes que dicen estar en contacto con el espíritu superior, pero que son gente que carece de las funciones fisiológicas para concebir, gestar o parir y que, por lo tanto, hablan sin conocimiento de causa.

Su falta de coherencia les lleva a defender beligerantemente a quien no es, pero se olvidan por completo de garantizar la supervivencia de los que si son.

En efecto, una vez que llega el recién nacido, los grupos pro vida ya no consideran necesario ayudar a la madre y al bebé, que son abandonados a su suerte. A partir de aquí es responsabilidad de los progenitores conseguir un crecimiento saludable del nuevo ser.

En definitiva se pone mucho énfasis en el derecho a ser, pero ninguno o muy pocos en el derecho a vivir, sobrevivir, crecer y desarrollarse de forma adecuada para el individuo y, por extensión, para la sociedad.

Por todo ello, distinguidos consejeros, mi recomendación es que destaquemos a nuestros mejores agentes siderales para que se desplacen al planeta Tierra, a la nación conocida como España y retiren discretamente del poder a sus actuales gobernantes.

Gracias, eminentes consejeros.

2 comentarios:

  1. Bueno Garza, como siempre muy acertada tu publicación. Así es, traemos hijos al mundo, pero luego los gobernantes no ayudan a proporcionar trabajo para poder mantener a estos hijos. Ni sus queridas leyes contribuyen a ello. Como siempre nuestra panda de "gobernantes", elegidos por el pueblo, hacen lo que quieren, pero no lo que quiere y necesita el pueblo. Y si les llamo gobernantes es por no crisparme más y llamarles una sarta de insultos que es lo que se merecen. Lo que estaría bien es que estos inútiles tuvieran un sueldo de 500€, para vivir ellos y sus hijos , aunque solo fuera tres o cuatro meses, para que vieran lo que es traer hijos al mundo, queriéndolos tener, y lo que realmente cuesta sacarlos adelante sin ninguna ayuda. GRACIAS, y hasta la próxima.

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    1. Pues así es. Parece que el feto tiene más derechos que el niño. Decía un humorista gringo que si eres feto, eres la hostia, pero cuando naces, ya estás jodido. Y no le falta razón.

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