sábado, 4 de octubre de 2014

MEJOR QUE NO CONTESTEN



En 1974, Frank Drake y Carl Sagan (Cosmos, ¿recuerdas?) diseñaron un mensaje binario que se retransmitió desde el Observatorio de Arecibo (Puerto Rico) con motivo de la reestructuración de uno de los mayores radiotelescopios del mundo.

Este mensaje mostraba en 76 filas, de 23 columnas cada una. la información para que cualquier inteligencia exterior, que captase y entendiese el mensaje, tuviera una idea aproximada de cómo son los autores del mismo.

Imaginemos que entre los miles de millones de soles que se aprecian en la dirección en la que se emitió nuestra “fe de vida”, alguien lo recibió… y decidió comprobar el grado de inteligencia y civilización de quienes lo enviaron.

Supongamos que se encuentra, de riguroso incógnito, entre nosotros. Como sin duda no observaría vestigio alguno de inteligencia superior se pondría a ver la tele para hacerse una composición de lugar de lo que pomposamente llamamos “la raza humana”, “el mamífero superior”, “el homo sapiens”.

Se quedaría estupefacto al observar que los seres humanos se matan unos a otros por petróleo, cuando disponemos de la ilimitada energía solar, las incesantes ondulaciones de las mareas, las corrientes hidráulicas, la fuerza del viento, el ignorado campo magnético del planeta, entre otras fuentes inagotables de energía limpia, sencilla no contaminante y más barata.

Investigaría al respecto y se quedaría de una pieza al comprobar que a Tesla, el precursor de la radioastronomía, se le dejó morir pobre y despreciado y se borró todo vestigio de su proyecto de emitir energía eléctrica gratuita por radiofrecuencia.

Respecto de la actualidad, no llegaría a entender cómo 86 personas pueden gastarse más de 17 millones de euros del erario público en gastos privados sin justificar y no mover ni un dedo para devolverlo. 

No le resultaría nada lógico admitir que a un expresidente autonómico se le atribuyan más de 700 millones de euros en dinero ilícito y los organismos de justicia se limiten a esperar sentados por si tuviera a bien devolver algo.

Respecto de los que consideramos religión, sería inconcebible que quienes consideran a su divinidad infinitamente clemente, sabia, misericordiosa y todopoderosa corten el cuello a personas de misiones humanitarias que, precisamente, estaban ayudando a sus gentes.

No daría crédito al hecho de que los partidos políticos, cuya finalidad última es el servicio a la causa del bien común, sean refugio de ladrones, corrupción, intrigas y malhechores de todo tipo y con absoluta impunidad.

Se horrorizaría al verificar que miles de niños mueren de hambre al día y algunos estados invierten miles de millones en proyectos faraónicos como enviar una tripulación a Marte, sin posibilidad de retorno, para mayor estupidez.

Es posible que, ya puestos, se pasmara al comprobar que hay deportistas de élite que ganan millones de euros al año, mientras que maestros, profesores, catedráticos, médicos y otras ocupaciones imprescindibles para la evolución de la sociedad tienen mucha menor consideración e importancia a los ojos de sus semejantes.

Como todavía le quedaría alguna capacidad de sorpresa, es posible que descubriese con enorme pasmo que la inteligente sociedad humana practica la pena de muerte; considera que las tradiciones ancestrales justifican la tortura agónica e indefensa de animales nobles; que se raptan jovencitas, se violan mujeres, se extirpa el clítoris a millones de niñas cada año y que no se paga el mismo salario por el mismo trabajo a las mujeres y a los hombres.

Para culminar su asombro, se pellizcaría al comprobar que la sanidad, la educación, y las industrias farmacéuticas y energéticas están en manos privadas y que, como enunció Pareto, el 20% de los habitantes del planeta controlan o poseen el 80% de las riquezas y los recursos del mismo.

Llegado a este punto no perdería el tiempo dibujando geometría de fractales en los campos de maíz de medio mundo. Más bien se volvería por donde ha venido con un displicente: “¡Anda y que os den lo que merecéis!”

La Garza  abatida y triste.

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