miércoles, 22 de enero de 2014

UN DÍA EN LAS CARRERAS



Resulta casual que, casualmente, pasen tantas casualidades” (Groucho Marx en “Un día en las carreras”)

Tras la tormenta, el martes había amanecido luminoso y claro. La sierra de Madrid, más allá de la cúpula de San Francisco el Grande,  era una gigantesca montaña de nata y merengue. Cogí mi cámara y me dispuse a perseguir a las pocas aves acuáticas que aún se atreven a frecuentar las orillas del Manzanares.

Una orgullosa garza, ajena a la majestad de su vuelo, un cormorán solitario, las siempre bulliciosas gaviotas, algunos ánades y poco más.

De vuelta a casa, recibo una llamada de auxilio. Alguien decidió el lunes recorrer las estribaciones del Ocejón, en un sano interés por recrearse con los paisajes de Valverde de los Arroyos. Inútil empeño. La nieve caída, la estrechez de la carretera y el poco tránsito rodado de la zona, no ha despejado la calzada lo suficiente como para que un Mustang Shelby pueda rodar con seguridad.

Deciden regresar hacia Majaelrayo, para tomar un desvío con dirección al Hayedo de la Tejera Negra, precioso paraje natural encerrado entre las cumbres del Pico del Lobo, Ayllón y el referido Ocejón.
Encuentran alguna dificultad, sobre todo en los tramos que dan al norte, con mayor cantidad de nieve acumulada y deciden poner las cadenas textiles a sus ruedas de 285/35 de 19”. Un breve respiro.

Breve, porque una de las bandas desaparece en combate. Imposible subir ni bajar y, además, casualmente, ya no hay cobertura. Tras unos momentos de recogimiento y meditación deciden iniciar una excursión a pie hasta encontrar un punto en el que la tecnología celular de última generación sirva para algo. Casualmente lo encuentran y consiguen contactar con la Guardia Civil.

Una patrulla con sede en Hita (sí, claro, la del arcipreste del buen amor, etc., etc.,) llega hasta ellos con un Pathfinder. No pueden hacer nada. Mejor dicho, bastante hacen con no despeñarse ellos mismos, ya que se detuvieron en una maniobra marcha atrás, casualmente, contra el vallado de madera que hace las veces de quitamiedos. La solución del millón es dejar el coche aparcadito en una explanada, dejándolo caer marcha atrás hasta llegar al llano.

La Benemérita les deja en Humanes y consiguen, casualmente, que un aguerrido miembro de la Hermandad (¿del caos?) les pase a recoger. Fin de la cita.

La historia me resulta fascinante y en breve acordamos que me pasará a buscar dentro de media hora con dos “hermanados”. No hay tiempo que perder. Pongo la comida a Noa y su camiseta alpina. Cojo mis propias cadenas (regalo de la VW) y salgo disparado a Repuestos Miguel y pido cadenas de 285/35R19. Sólo las hay textiles (Lo mejor para la nieve, oiga), pero no las recibirán hasta las 17:00. Nanay, así que me voy a Rally Manzanares, que sé yo que son mucho más pijos. En efecto, tienen unas suecas que son la repera limonera. Estos suecos sí que saben de nieve, oiga. 380€ del ala y tan amigos.

Llega la Hermandad al rescate. Metemos su coche en mi plaza de garaje, le doy el volante a Héctor y me pongo de "copi" con Noa en las rodillas y su arnés de seguridad. Echamos gasoil  y compro cuatro sándwich variados y cuatro cocas nominativas. Sito y Gabi no paran de bromear con el número de piezas que le faltarán al Mustang cuando lo encontremos… si es que, casualmente,  todavía está allí. Pasamos la pequeña Ciudad Encantada alcarreña, y el Ocejón parece una nevera con el congelador abierto. Al fin accedemos al desvía a Riaza, unos metros antes de Majaelrayo y un cartel alegre y rectangular indica: Quesera. Cerrado. Menos mal que no nos gusta el queso.

Pero Héctor había accedido desde el otro lado y allí no había ningún cartel. Casualmente hay poca nieve y la que hay tiene dos grandes surcos (probablemente del Pathfinder de la Guardia Civil) y el Eos no tiene ninguna dificultad en pasar. Solo hay más abundancia de nieve en las laderas que dan al norte porque, casualmente, el sol no ha tenido ocasión de asomarse lo suficiente.

A  eso de las tres divisamos el carro aparcado en la explanada en la que ahora, casualmente, apenas hay nieve. Risas y jolgorio, traspaso de picos, palas, azadones y cadenas. Nos volvemos a poner en marcha y al intentar subir una de esas cuestecitas que dan al norte, el Shelby decide que ya ha hecho mucho y se pone a patinar en la nieve medio helada. No pasa nada. Tenemos más cadenas que el fantasma de Hamlet.


 
 Una pieza necesaria para el ajuste de las cadenas suecas resulta ser, casualmente, de 19, cuando debería ser de 21. Total, las cadenas no se adaptan bien y se salen continuamente. Nada que hacer. Y eso que se pulen con la pala unos cuantos metros de calzada, pero nada de nada.




Se decide que Gabi y yo nos acerquemos hasta Majaelrayo a buscar ayuda. Llamamos de vez en cuando con el móvil para avisar al mundo mundial de nuestra situación, pero la cobertura es más escasa que un puesto de trabajo.

Decidimos que si en el pueblo no logramos ayuda, volveremos para “hacer camino” subiendo y bajando con las cadenas del Eos las veces necesarias hasta que haya una senda transitable.
Una señora que pasea a un perrito con el que Noa se pone a jugar nos ofrece cables de acero. La acompañamos hasta su casa y el marido nos proporciona dos buenos rollos de acero, mosquetones y una eslinga de 15 metros. Y si no podemos con ello, se ofrece a subir con su Patrol. Hay muy buena gente todavía en este cochino mundo.

Cuando iniciamos el regreso, una llamada de Luis nos informa, entre cortes, que, casualmente, han conseguido subir la empinada cuesta. De modo que damos media vuelta y devolvemos el material. Damos las gracias como trescientas veces y recibimos una nueva llamada. Casualmente, se han vuelto a quedar en otra de las cuestas norteñas.

Ya no nos queda duda. Vamos allá y abriremos camino subiendo y bajando con el coche, con la pala, con los bastones de nieve o con las orejas, pero lo sacamos sí o sí.

 
En el último punto en el que quedaba nieve abundante, divisamos sus luces. Están subiendo, lentamente, pero subiendo. Se paran. Sube Sito. Que os apartéis todo lo que podáis, que si se para igual no puede subir. Nos apartamos toooodo lo que podemos.

Nada. Niebla. Frío. Ladra Noa. De pronto, un rugido retumba en las laderas del Ocejón. Los 500 caballos del Mustang Shelby se ponen en marcha e inician una ascensión lenta, pero fina y segura como una Evax. Han coronado. Quitan las cadenas, ya que, a partir de este collado NO QUEDA NIEVE.


Jiji, jaja, ya verás cuando lo contemos, etc., etc. Casualmente, ya hay cobertura. Se informa al mundo mundial y seguimos tranquilamente rumbo a casa.

A todo esto, Héctor recibe una llamada de La Guardia Civil. Han destacado un vehículo “todo terreno” desde Riaza y la patrulla acaba de informarles de que, casualmente, el coche ya no está.

Si es que son como niños. ¿Verdad, Groucho?

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