Estoy dando los retoques
finales a mi última obra: “El día que aprendí a flotar”. Se trata de la
historia de Alberto Arroyo Rovira, una persona en tratamiento psicológico por la
depresión que le ha producido el fallecimiento de su esposa.
La situación, aparentemente
controlada, pierde tan confortable estatus el día que se intenta suicidar. Por
fortuna los servicios sanitarios llegan a tiempo para salvar su vida y ponerle
bajo la supervisión de una psiquiatra.
Este nuevo contexto es el
resultado del paulatino hundimiento del personaje y de su propia lucha por
volver a flotar.
“Cuando estás muy hundido y
consigues salir a flote te vuelves insumergible”, dice Alberto a sus amigos.
Os dejo con un fragmento de
las últimas páginas.
“Ese mismo año, en diciembre,
la crisis que afectó a millones de personas y a miles de empresas de servicios
obligó al Grupo Epistemos a una drástica reducción de plantilla. A Alberto le
ofrecieron unas condiciones de prejubilación muy ventajosas, que no dudó en
aceptar, y se encontró de repente con vacaciones pagadas por el Estado para el
resto de su vida.
Un
mes más tarde, en unas charlas organizadas por un grupo de parados de más de 40
años, una persona expresó en voz alta su deseo de acabar con los problemas
colectivos e individuales, como puerta a la felicidad.
- ¿Quién no tiene problemas? Que levante
la mano.
Alberto
no lo dudó y alzó su brazo derecho. Nadie más lo hizo. Las personas que estaban
a su lado le dedicaron todo tipo de comentarios, algunos cargados de ironía.
- ¿Tú no tienes problemas?
- No. Porque cuando estás totalmente
hundido y consigues salir a flote, te vuelves insumergible – respondió con
firmeza.
- Bueno eso es cierto, sí; pero algún
problema económico, sentimental, familiar… no sé. Algo tendrás.
- Nada en absoluto. Hay un proverbio
chino que dice que “quien está ya mojado no teme a la lluvia”. Yo me siento
literalmente así: Mojado, calado hasta el tuétano. De modo que, por más que
llueva, no me va a afectar.
- Eso está bien, cierto. Entonces ¿qué
consejo darías a los que sí tienen problemas?
- Yo no soy quién para dar consejos. No
obstante les diría que cuando la tormenta es tan fuerte que te cala hasta los
huesos y no queda ninguna molécula de tu cuerpo que no se asfixie con el agua,
lo cierto es que ya no te puedes mojar más. Yo perdí a mi esposa, de 48 años,
víctima de un fulminante cáncer de pulmón. Estuve nueve meses de tratamiento
clínico por lo que psicólogos y psiquiatras denominan “duelo culpable”. Cuando
conseguí salir del túnel y me dieron el alta, me prejubilaron. Ahora soy un
hombre mojado y no temo a ninguna lluvia, por fuerte que sea. Más no me va a
calar. Y miro a la vida a los ojos y la desafío a que pueda conmigo. De momento
no lo ha conseguido, aunque ha estado muy cerca.
Hablar
y decir bonitas palabras es relativamente sencillo. Lo difícil es afrontar cada
situación con la serenidad necesaria para poder superarla, buscar alternativas,
escribir un blog, publicar cuentos en autoedición, arriesgarse a mojarte un
poco más con la certeza de que la lluvia ya nunca te puede dar miedo.
Aquí
he escuchado que el mejor activo que poseemos somos nosotros mismos; pero
inmediatamente detrás están las personas que pelean a nuestro lado aunque no
las veamos; las que sufren, incluso sin que lo notemos y las que se alegran de
corazón cuando nos ven esbozar una sonrisa. Por todas ellas también hay que
dejarse mojar. Luego ya no tendremos temor a la lluvia.
Los
fantasmas son solo fantasmas. Lo sé porque he hablado con ellos. He discutido,
incluso. Y al final, resultó que se nutrían de mí; vivían de mí, de mis
temores, de mis miedos; se alimentaban de mis dudas y de mis vacilaciones.
Hasta que decidí que nunca más. Hoy puedo decir con orgullo que no me han
vuelto a molestar”.
Y hasta aquí podéis leer. En breve informaré sobre su presentación en público.
Gracias, Ángel, muchas gracias. Captado
ResponderEliminarGracias, anónimo venechano.
EliminarNo pierdes comba para hacerte rico, tío. :)
EliminarAbrazos.
Paco