domingo, 17 de noviembre de 2013

DEDOCRACIA



Una de las historietas más logradas del genial Quino mostraba a Mafalda consultando en un diccionario la palabra DEMOCRACIA (del griego demos, pueblo y kratos, autoridad) Gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía. 

Las escenas siguientes muestran a la protagonista desternillada de la risa con la mano a poyada sobre el sesudo libro, en la mesa a la hora de cenar e incapaz de contener la risa una vez acostada, ante las miradas desconcertadas de sus padres y hermano.


No es para menos. La democracia griega permitió a Pericles ser elegido Strategos Autokrátor cuando inició su carrera política dentro del partido democrático de Efialtes. En 461 a.C. asumió su dirección e hizo aprobar por la Asamblea de Atenas una serie de reformas que acentuaban el carácter democrático del estado ateniense, a pesar de la oposición de la oligarquía.

Fue elegido sucesivamente para el cargo de máxima autoridad ateniense hasta su muerte, siendo uno de los pocos políticos de los que sus propios adversarios hablaban con admiración.

En su discurso fúnebre, tal como lo recogió Tucídides afirma que: “Nuestra política no copia las leyes de los países vecinos, sino que somos la imagen que otros imitan. Se llama democracia, porque no solo unos pocos sino unos muchos pueden gobernar. Si observamos las leyes, aportan justicia por igual a todos en sus disputas privadas; por el nivel social, el avance en la vida pública depende de la reputación y la capacidad, no estando permitido que las consideraciones de clase interfieran con el mérito. Tampoco la pobreza interfiere, puesto que si un hombre puede servir al estado, no se le rechaza por la oscuridad de su condición.

Nada que ver con lo que hoy es una simple DEDOCRACIA, que es en lo que se ha convertido la denominada DEMOCRACIA REPRESENTATIVA o INDIRECTA, en la que el pueblo se limita a elegir representantes para que estos deliberen y tomen las decisiones que consideren oportunas.

En la DEDOCRACIA actual se orquestan hábiles campañas electorales, básicamente un abanico amplio de promesas capaz de acallar la conciencia social de la mayoría y se movilizan las bases y los medios disponibles para difundir al máximo lo que el votante medio quiere oír: No subiremos impuestos, acabaremos con el paro, lucharemos contra la corrupción, potenciaremos la justicia, etc., etc.

Una vez conseguido el voto, este permanece cautivo durante todo el mandato y se emplea para hacer justo lo contrario de lo prometido. Y en lugar de colocar a los mejores para atajar los problemas de la sociedad se coloca a los amigos, costumbre que también viene de siglos. La DEDOCRACIA.

Según El Mundo, hasta el pasado mes de septiembre, el Gobierno de Mariano Rajoy había destinado más de 28 millones de euros a pagar las nóminas de los asesores que contratan los ministerios. Esta cifra supone un incremento del gasto del 8% mientras que las partidas destinadas a los funcionarios y al personal laboral descienden un 4%. También baja el dinero que se emplea para incentivos y dietas. El aumento del gasto no se debe al alza de sueldos sino a que hay más personal de confianza.  Esto es DEDOCRACIA en estado puro.

De manera que ya no existe la democracia directa, aquella que hizo de Atenas un Imperio, en la que los delegados eran elegidos por el pueblo soberano en asamblea y, en todo caso, eran portavoces del pueblo, con mandatos y límites muy concretos. Se dirá que con la globalización y masificación actual este sistema no es viable y por eso se recurre a la DEMOCRACIA INDIRECTA o REPRESENTATIVA, pero… ¿Para ello hay de mentir, retorcer la verdad, justificar lo que no admite la menor excusa?

Hoy se ha publicado una encuesta según la cual los propios votantes (79,4%) del partido en el gobierno reclaman un nuevo equipo ministerial que releve a los Montonto, hay que Wert!, ahora Mato, yo Guindo, que me Báñez, Gallardones y calaveras. La cifra sube al 85,7% de la población total, lo que supone un clamor popular contra la impopular gestión del mal llamado Partido Popular.

Y mientras tanto, Grecia bajo mínimos. ¡Pericles, vuelve!

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