lunes, 29 de octubre de 2012

VI. ETOLOGÍA Y ECOLOGÍA.



Somos pasajeros de un vehículo espacial llamado Tierra que sigue un rumbo errático y oscilante entorno de una estrella llamada Sol, a la que acompañamos en su loca carrera por la galaxia sin que nadie sepa a ciencia cierta de dónde partimos ni hacia dónde vamos.
Esta nave está poblada por una profusa variedad de seres vivos, animales y vegetales, y una serie de recursos que presentan estados líquidos, sólidos o gaseosos. A todo este entorno, la especie dominante, la raza humana, le ha asignado el pomposo nombre de biodiversidad  o diversidad biológica.

Al mismo tiempo han elevado a categoría de ciencia,  con el nombre de ecología al estudio del resto de seres vivos, su hábitat, cuantía y distribución. De hecho, algunos humanos se han erigido en protectores de los animales y se autodenominan ecologistas. Como consecuencia resulta que hay muchos ecologistas pero muy pocos ecólogos.

Por supuesto, la más estudia es la raza superior. Las ciencias inmersas en el estudio de la conducta humana, que se enmarcan el la antropología global,  son la Psicología, la Psiquiatría, la Neurología y la Antropología Filosófica y en algún aspecto, la Biología. El estudio de la conducta del resto de animales se llama etología. No hay movimientos etologistas y desde luego, muy muy pocos etólogos.

Gracias a la etología, los seres humanos se fascinan con la fidelidad, la nobleza, la solidaridad, el respeto y la organización social de muchas especies… para luego no seguir sus ejemplos.

Admiran que los lobos se mantengan fieles a sus parejas, incluso en caso de fallecimiento, pero consideran que la fidelidad es algo a "muy moral", pero que es más divertido ser infiel.

Les parece muy bien que los delfines sean generosos y solidarios, pero ellos rara vez lo son con sus propios semejantes. Se llenan de fascinación con el hecho de que los animales no maten a los de su propia especie (hay deshonoras excepciones), que no sean rencorosos ni vengativos, pero el ser humano asesina y hace la vida imposible a otros de su especie sin remordimiento alguno.

No obstante, como están convencidos de que la biodiversidad es imprescindible para mantener un mínimo de equilibrio y orden en la nave espacial que han conquistado, se esfuerzan en “proteger” a sus compañeros de viaje, más que nada para que los probables desajustes no les afecte demasiado en un futuro incierto.



Llevados de este espíritu conciliador, lo mismo reivindican ancestrales derechos de paso por viejas cañadas reales, obligando  a caminar a “sus animales”  por decenas de kilómetros de terreno asfaltado, en un ambiente hostil, y contaminado por su propio “progreso industrial”, que rajan alevosamente las ruedas de los vehículos de sus semejant , por el mero hecho de haber obtenido una plaza de aparcamiento para minusválidos que los cobardes agresores no están autorizados a utilizar.



Aprecian el valor, la casta, la nobleza, la gracia, la inteligencia y la belleza de otras especies, pero no dudan en torturarlos hasta la muerte en espectáculos taurinos, destruir su naturaleza en exhibiciones circenses, recluirlos en minúsculos recintos acuáticos, agotarlos en demostraciones ecuestres o darles “piadosa muerte” mediante la llamada “industria peletera”.



En su afán por la justificación de sus propios actos, mitifican a los grandes depredadores y ensalzan sus habilidades, y prefieren ser “halcones” antes que “palomas”; se atribuyen las cualidades de escorpiones, águilas, linces, zorros, tigres, panteras, leones… para justificar su violencia, sin considerar que estos “modelos” tiene más valores y virtudes que su capacidad de matar, su agudeza visual, su astucia, valor, fiereza, etc.

Los desfiles al aire libre que reclaman los antiguos derechos de paso por las vías pecuarias quedan olvidados a la hora de llevar a esos mismos animales al matadero. Entonces los amontonan en condiciones insufribles y se transportan al sol o con lluvia en unas situaciones de tal naturaleza, que cuando unos humanos han llevado a otros de forma semejante, se horrorizan y comentan que los transportan “igual que al ganado”.

La etología también ha puesto de relieve algún tipo de conducta casi “humana”. Hay una especie de hormigas que “pastorean” pulgones para “ordeñarlos” y aprovecharse de su explotación. Con este ejemplo si que se ha sentido plenamente identificada la raza humana.

Más conozco a lo hombres, más quiero a las garzas.





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