La Ardea Alba
Alba, o garza blanca, habita en el continente europeo. Construye sus nidos entrelazando
palitos y diversa vegetación cerca de todo tipo de humedales, y se alimenta de
peces, anfibios y crustáceos, que captura en aguas poco profundas. Como todos
los seres vivos tiene que cubrir sus necesidades básicas para cumplir el
mandato para el que fue creada: sobrevivir.
El ser humano
tiene una compleja estructura social, en la que muchos de ellos habitan en ciudades
de millones de seres, sin dirigirse apenas la vista unos a otros y mucho menos
la palabra. Estas ciudades albergan sus nidos u hogares construidos por una
minoría de individuos, que los ceden a los demás a cambio de sustanciosas sumas
de dinero. A pesar de que sus códigos de conducta, a los que llaman leyes, determinan que todo ser humano tiene derecho a
una vivienda digna, lo cierto es que cada vez hay más personas viviendo
literalmente en las calles porque carecen de los recursos necesarios para
acceder a una vivienda. A estas personas sus semejantes les han dado el
romántico nombre de “sin techo”.
Las garzas, para
sobrevivir, sólo tienen que ser garzas; los humanos, dotados de un intelecto
superior, se exigen una formación acorde con el papel que van a desempeñar y
algunos pocos son propietarios y otros son “la propiedad”. Su capacidad de
organización hace que unos sean banqueros, políticos, industriales, comerciantes,
trabajadores cualificados o sin especializar, ingenieros, médicos, caldereros,
sastres, soldados, espías (con permiso de John Le Carré), sacerdotes, desempleados, etc.
Está comprobado
que para la mayoría de estas ocupaciones se necesita una preparación especifica
excepto para la de desempleado o político. Ser banquero no debería ser
demasiado complicado de no ser por los innumerables vericuetos económicos y
financieros con los que la banca atrapa a sus confiados clientes.
Preferenciales, hipotecas, créditos al consumo, opciones de futuro, “chicharros”,
emergentes y un galimatías de atractivos nombres que sugieren importantes beneficios
con poco o nulo esfuerzo, aprovechando una faceta muy común al género humano
como es la ambición.
Un banco, por lo
general, emplea el dinero de sus clientes, que se lo dan a guardar “por
seguridad”, para prestar un dinero que
no es suyo a cambio de la devolución de la cantidad prestada más un interés
desorbitado en un plazo predefinido de común acuerdo.
Además, por
guardar este dinero que no les pertenece cobran una comisión. Con el beneficio
que obtienen por estas legítimas transacciones compran más dinero a los bancos
centrales de cada nación a bajo interés y lo prestan a quien consideran que les
pueda pagar a un interés mucho mayor.
Por otra parte,
como las viviendas disponibles son muy caras, hay una enorme cantidad de
personas que se ven obligadas a solicitar préstamos hipotecarios por un importe
varias veces superior a sus ingresos anuales, con un plazo de devolución de
unos 30 años por término medio. Además de probar la solvencia, es necesario
depositar la casa objeto del préstamo como garantía del mismo para poderlo
obtener.
La paradoja es
que te dejan un dinero que no les pertenece a cambio de ceder la titularidad de
la casa, mediante consignación de la carga hipotecaria en el registro de la
propiedad. De esta forma se aseguran un bien inmueble tasado en un valor algo
superior al importe prestado. Si por cualquier contingencia improbable, como
perder el puesto de trabajo, no es
posible devolver el dinero, o si se por cualquier otra causa imprevista se
dejan de abonar un número de cuotas, el banco ejerce su legítimo derecho al desahucio.
Legítimo quiere decir que es legal. No confundir con justo ni moral.
Hubo un tiempo no
muy lejano en el que los bancos concedían hipotecas con relativa facilidad.
Había muchas casas en oferta y las familias con más de un sueldo mensual eran
un estupendo mercado para los productos hipotecarios. Pero de repente, la cifra
de parados empezó a elevarse de forma sistemática, como la cápsula de Félix
Baumgartner, y la gente empezó a desatender sus obligadas cuotas al no poder
disponer de ingresos con las que hacerles frente.
Desde mi limitada
mentalidad de garza, no alcanzo a entender que los seres humanos pongan en la
calle a los de su propia especie, en lugar de buscar otras soluciones. Tampoco
es comprensible que, al quedarse con la casa, la deuda no quede compensada al
menos con el valor de tasación del inmueble, que muchas veces es muy superior al
valor de la deuda pendiente.
Otra paradoja:
cuando un bankio tiene dificultades económicas por haber gestionado mal
sus recursos, es el erario público formado por toooooda la ciudadanía quien acude
en su ayuda. Cuando un ciudadano tiene dificultades económicas porque le han
dejado sin recursos, el primer carroñero que se ceba en su infortunio suele ser
un banco.
A lo mejor amplío
el nido para guardar las carpas de mis compañeras a cambio del 10% de lo que me
dejen. Puedo prestar las carpas que no he pescado a otras garzas a cambio del
110% a la semana. Dentro de poco seré la garza más rica del Manzanares.
La verdad es que
todo lo que rodea a la banca es difícil de entender… ¡No doy crédito!
Si, somos tremendos hasta que nos lleve una ola y la Tierra recupere su estado original,... somos unos bichos raros, raros, los humanos no me refería atí.
ResponderEliminarpor cierto ayer pasaron unas grullas camino de Extremadura.
Sí. me han dado saludos para la buena gente que aun queda sobre la faz del planeta
ResponderEliminarNo es para echar campanas a volar, pero recién oi en el noticiero que unas deshaciados acampados frente a bankia han conseguido un alquiler social (alrededor de 250) por sus antiguas propiedades. Esperemos que la cosa siga, pucha digo!
ResponderEliminarA ver si se acaban las muertes por desaucios en este país. Atentamente Anonimo.
ResponderEliminarAparentemente los dos partidos que se alternan en el gobierno de la nación se lo están mirando con cierta urgencia. Crucemos los dedos...
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