martes, 15 de octubre de 2013

CON LA IGLESIA HEMOS DADO, SANCHO.




Con esta frase, cuenta Cervantes cómo Don Quijote, tratando de encontrar el supuesto Alcázar de Dulcinea del Toboso, se encontró frente a la iglesia del lugar. De esta sencilla expresión los intérpretes esotéricos de todo tipo que pululan por el universo mundo deducen que quiso decir: Con la Iglesia hemos topado, Sancho amigo.

Del diálogo siguiente entre el señor de La Mancha y su socarrón escudero no se infiere crítica alguna a la institución eclesial, pero eso ya no importa. Ponemos Iglesia en mayúscula, cambiamos “dado” por “topado”, mucho más peyorativo y ya tenemos la cita cervantina lista para ser demagógicamente divulgada como un toque de atención para expresar los inconvenientes de mezclar a la iglesia en los asuntos propios. También se usa para indicar la frustración causada por la intervención o la mera existencia de esa institución. Hay quien va más lejos  y  lo utiliza contra cualquier autoridad que suponga un obstáculo insuperable para sus intenciones personales.

Es obvio que cuando Carlos Marx enunció en 1844 en su “Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” que “La religión es el opio de los pueblos”, no había sido convenientemente alertado de los riesgos de “topar con la Iglesia”.

Si en su “Manifiesto Comunista” de 1848 se hubiera limitado a criticar al capital como gran esclavizador de los pueblos, puede que hasta la propia Iglesia se hubiera puesto de parte de los débiles y oprimidos, al menos en teoría.

Porque se puede razonar todo, menos la fe. Y nadie tiene razones para rebatir la fe, al igual que la fe carece de argumentos para razonar, y ni falta que le hace. Si se cree en algo, se cree y punto.

Igualmente, todo intento de combatir la fe (cualquiera de ellas) está abocada a fracasar. No hay nada más inútil que los estériles debates entre agnósticos y ateos para que las personas de fe renuncien a ella. “Yo soy ateo, por la gracia de dios”, decía Santiago Carrillo. Y añadía “y si estoy equivocado, mejor para mí”

¿Pero qué es la Iglesia? Es una institución que se considera a sí misma fundada por Jesús de Nazaret, cuya misión es la de ser signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano. Sus ministros son todos hombres y mantienen el celibato como seña de identidad exclusiva.

A pesar de no poder casarse, tienen doctrinas “ex catedra” muy peculiares sobre el matrimonio. Aunque no pueden concebir ni dar a luz, opinan sobre la planificación familiar y el aborto con una dureza inapelable. Y si alguien intenta un mínimo debate se expone a escuchar que “esto es dogma de fe”. Y punto.

En este resbaladizo terreno, se hace buena la interpretación de la frase cervantina. Como las garzas somos ovíparas, jamás podremos entender el comportamiento de los vivíparos. Pero eso no nos faculta para criticarlo.

Mejor harían los santos varones apoyando la decisión de cada mujer en cada caso, sea la que sea, prestando todo el soporte y la ayuda necesaria para afrontar la resolución que cada afectada elija, libre e informada de todas y cada una de las consecuencias que se puedan derivar de su elección.

Para una mente tan simple como la de las garzas, las cosas son o no son. Por eso no podemos entender, aunque no lo criticamos, que una decisión puede ser legal hasta hoy, pero mañana se convierte en un delito execrable.

Será cuestión de fe.

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