¿Dijiste media verdad?,
dirán que mientes dos veces
si dices la otra mitad.
Antonio Machado.
Lo cierto es que las medias
verdades nos rodean, incluso, de forma oficial. Y se repiten machaconamente. Lo
de “Público, Gratuito y de Calidad” que se pide para los servicios sociales
de Estado de Derecho, obvia que son los impuestos de la ciudadanía los que
sustentan las cuentas de dicho Estado y, por lo tanto, cualquier servicio que
provenga del mismo ha sido pagado por anticipado. Que ese dinero se destine a
pagar a empresas privadas que administren, gestionen o exploten parte de estos
servicios me resulta difícilmente calificable.
Que se diga un simple “no me
consta” ante cualquier noticia, rumor, soplo, declaración o información nunca
niega ni desmiente lo enunciado: Solo evidencia que el responsable de turno,
como los cornudos clásicos, ha sido el último en enterarse… si es que llega a
enterarse.
Con mirar a nuestro alrededor
encontramos cada día flagrantes ejemplos de medias verdades, de manera que no
voy a insistir. Pero hay casos no tan evidentes. Por ejemplo, si se consulta la
definición de “epicúreo”, el diccionario de la RAE dice:
1. adj. Que sigue la doctrina de
Epicuro, filósofo ateniense del siglo IV a. C. U. t. c. s.
2. adj. Propio de este filósofo.
3. adj. Entregado a los placeres.
De manera que una persona epicúrea
es sinónimo de alguien entregado a “los placeres”, por ser seguidora de la
doctrina (¿no querrá decir la filosofía?) de Epicuro.
Me ha intrigado sobremanera el
supuesto “adoctrinamiento” de Epicuro
hacia “los placeres” y he tratado de documentarme al respecto.
El propio Aristóteles, en su Moral a Nicómaco dice: “Con respecto a los placeres del cuerpo es
preciso examinar lo que son, para responder a los que pretenden que ciertos
placeres son muy apetecibles; por ejemplo, los placeres honestos, pero que no
lo son nunca los placeres del cuerpo, ni en general los que busca el
incontinente.”
De este modo, según “la doctrina”
de otro filósofo, hay más placeres que los del cuerpo, incluso hay placeres
honestos.
Epicuro, ciertamente, era mucho más explícito al afirmar que los
placeres del espíritu son preferibles a los del cuerpo, si bien algunos del
cuerpo son necesarios siempre con la debida continencia.
Entre sus muchas frases de “adoctrinamiento”
encontramos joyas como estas:
Una conducta desordenada se parece a un torrente invernal de corta
duración.
(No parece que exalte “los
placeres”, ciertamente.)
La filosofía de Epicuro consta de tres partes: la Gnoseología
o Canónica, que desarrolla las razones
por los que podemos distinguir lo verdadero de lo falso; la Física,
que estudia la naturaleza; y la Ética, que implica la culminación y
la subordinación de las dos primeras.
Por otro lado, la lucha contra
los miedos que atenazan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro, De hecho, se la considera el "tetrafármaco" o medicina contra
los cuatro miedos más generales y significativos: el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso en la búsqueda del bien.
Una de sus más conocidas frases
contra el miedo a la muerte, enuncia: "La
muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada,
pues mientras nosotros somos, la muerte no existe, y cuando ésta llega,
nosotros no existimos."
Epicuro consideraba que la felicidad
consiste en vivir en continuo placer. Este punto de su doctrina ha sido a
menudo objeto de malentendidos, pese a que siempre hacía una meticulosa clasificación
de los placeres, indicando cuáles son recomendables y cuáles no.
Para Epicuro existen tres tipos de placeres:
Los naturales y necesarios: las
necesidades físicas básicas, alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido
de seguridad. (Como luego enunció Maslow)
Los naturales e innecesarios: la
conversación amena, la gratificación sexual y las artes.
Los innaturales e innecesarios,
que considera superfluos: la fama, el poder político o el prestigio.
Epicuro valoraba como placer fundamental la tranquilidad del alma y
la ausencia de dolor: “la ausencia de
turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría
resultan placeres en movimiento por su vivacidad. Cuando decimos entonces, que
el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los inmoderados, sino
en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma”. A
este estado lo denominaba, simplemente, FELICIDAD.
Pero Epicuro, sin ser ateo, también afirmaba:
"¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es
omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo?
Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si
es así, ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a
prevenirla ni tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo llamamos
Dios?".
"¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni
tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la
vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros."
Y ya metidos en harina, "El sabio no se esforzará en dominar el arte
de la retórica y no intervendrá en política ni querrá ser rey."
Poco dado a la política,
detractor de las divinidades, sanador de miedos y defensor del placer que supone estar libres de
sufrimientos del cuerpo y del alma.
A lo mejor es por eso que se le
define como “entregado a los placeres” y no como “orientado a la felicidad de
cuerpo y alma”.
Yo, por lo pronto, voy a intentar
seguir sus “doctrinas”.
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