martes, 6 de noviembre de 2012

XIII. SALARIOS Y SOLDADA.


A los soldados del Faraón se les retribuía con medidas de sal, canjeables por su peso en oro. La sal era el único modo de conservar los alimentos, de ahí su gran valor. Los romanos, verdaderas esponjas culturales de su tiempo, adoptaron la idea y denominaron salarium  a la paga que daban a sus legiones. A estos pagos también se les conoce como soldada, dado que los colectivos más numerosos que percibían esta forma de retribución eran soldados.

En el bajo imperio romano se acuñaron monedas de oro con el nombre de soldium  Esta moneda vino a sustituir al denarium de plata. El uso de ambos medios de pago ha dado origen a las palabras sueldo  y  dinero.

Parece lógico que toda persona que trabaje cobre un sueldo o salario en dinero, no en sal ni monedas, claro está. La cuantía del sueldo suele ser objeto de negociación entre empleador y empleado  Sólo hay una incongruencia cuando los empleadores y los empleados son los mismos, como ocurre con la mayoría de los cargos políticos electos. Sus señorías se fijan sus propios sueldos, sus incrementos y sus pagas más o menos cuantiosas y vitalicias en función del cargo que ocupan cuando cesan en el mismo.

El servicio a la sociedad del servidor público, exige una vocación, una entrega y una disposición para poner las capacidades personales al servicio de los demás. Lamentablemente hay demasiados políticos profesionales sin la preparación adecuada y suficiente,  ocupando cargos públicos, ya que no se precisa superar ninguna prueba o aportar certificados para formar parte de las listas electorales.

Por otra parte, ante la incapacidad demostrada y contrastada para el cargo designado, nunca se toman medidas drásticas y, si se cesa a alguna persona incompetente es para ubicarla en otro puesto más discreto en el que su ineficacia no destaque tanto.

También es cierto que la voluntariedad es imprescindible para el servicio a la sociedad, ya que ha nadie se le obliga a presentarse para diputado, alcalde o senador. Aun así, si bien ninguna persona debería obtener beneficios exagerados por su servicio a la comunidad y mucho menos enriquecerse por ello, tampoco parece justo que el cargo le resulte oneroso y le haga perder dinero. Por desgracia se conocen muchos más casos de lo primero que de lo segundo.

Según Les Luthiers, un político corrupto, valga la redundancia, suele ser de raza, pero de raza desconocida. Lamentablemente, hay mucho político profesional que ignora su origen y la misión que asume al aceptar el cargo.

Personalmente no estoy muy de acuerdo en suprimir el sueldo a los diputados, por el principio de que toda persona que trabaje tiene derecho a cobrar por sus servicios; pero si parece razonable que perciba, como mínimo, los mismos ingresos del último año de su vida “privada”, más la compensación de los gastos legítimos (ni fiestas, ni hoteles de lujo, ni comilonas) ocasionados con motivo de su desempeño. Y nada más. Las pagas vitalicias por razón del cargo por el que han sido cesados, puede rozar la inmoralidad.

Luego están las desproporciones, ilógicas por otra parte: No parece de recibo que un presidente autonómico tenga ingresos que superan casi el doble a los del presidente del Estado, por delicada y responsable que sea su alta misión. No es de extrañar que los autodenominados indignados clamen en contra de esta situación privilegiada de la clase política, sus abusos, corrupciones prevaricaciones y demás arbitrariedades cometidas en provecho propio, que llevó a Julio Anguita a afirmar que se retiraba de la política porque, por ser honesto no le llamaban honrado, sino gilipollas.

Según Aristóteles, la política debe ser una continuación de la ética, por lo que la virtud y la felicidad no pueden alcanzarse si no es en el seno de una sociedad políticamente bien dirigida, y, por lo tanto, la moral de los ciudadanos debe considerarse un asunto de estado. La virtud y la felicidad no puede procurárselas el hombre al margen de las instituciones políticas. El nivel moral depende de lo bien o mal que este organizada la sociedad políticamente.

El hombre es un animal político por naturaleza, añadía el sabio griego, que para realizarse necesita pertenecer a una comunidad… pero no aprovecharse de ella

-Señor, señor, ¿por qué tenemos estos políticos? – Por que lo votáis, hijo, por que los votáis. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario