A los soldados del
Faraón se les retribuía con medidas de sal, canjeables por su peso en oro. La
sal era el único modo de conservar los alimentos, de ahí su gran valor. Los
romanos, verdaderas esponjas culturales de su tiempo, adoptaron la idea y
denominaron salarium a la paga que daban a sus legiones. A estos
pagos también se les conoce como soldada,
dado que los colectivos más numerosos que percibían esta forma de retribución
eran soldados.
En el bajo imperio
romano se acuñaron monedas de oro con el nombre de soldium Esta moneda vino a
sustituir al denarium de plata. El
uso de ambos medios de pago ha dado origen a las palabras sueldo y dinero.
Parece lógico que toda
persona que trabaje cobre un sueldo o salario en dinero, no en sal ni monedas, claro está. La cuantía del sueldo suele ser objeto de
negociación entre empleador y empleado
Sólo hay una incongruencia cuando los empleadores y los empleados son
los mismos, como ocurre con la mayoría de los cargos políticos electos. Sus
señorías se fijan sus propios sueldos, sus incrementos y sus pagas más o menos
cuantiosas y vitalicias en función del cargo que ocupan cuando cesan en el
mismo.
El servicio a la
sociedad del servidor público, exige una vocación, una entrega y una
disposición para poner las capacidades personales al servicio de los demás.
Lamentablemente hay demasiados políticos profesionales sin la preparación
adecuada y suficiente, ocupando cargos
públicos, ya que no se precisa superar ninguna prueba o aportar certificados
para formar parte de las listas electorales.
Por otra parte, ante la incapacidad
demostrada y contrastada para el cargo designado, nunca se toman medidas
drásticas y, si se cesa a alguna persona incompetente es para ubicarla en otro
puesto más discreto en el que su ineficacia no destaque tanto.
También es cierto que la
voluntariedad es imprescindible para el servicio a la sociedad, ya que ha nadie
se le obliga a presentarse para diputado, alcalde o senador. Aun así, si bien ninguna
persona debería obtener beneficios exagerados por su servicio a la comunidad y mucho
menos enriquecerse por ello, tampoco parece justo que el cargo le resulte
oneroso y le haga perder dinero. Por desgracia se conocen muchos más casos de
lo primero que de lo segundo.
Según Les Luthiers, un político corrupto, valga la redundancia, suele ser de raza, pero de raza desconocida. Lamentablemente,
hay mucho político profesional que
ignora su origen y la misión que asume al aceptar el cargo.
Personalmente no estoy
muy de acuerdo en suprimir el sueldo a los diputados, por el principio de que
toda persona que trabaje tiene derecho a cobrar por sus servicios; pero si
parece razonable que perciba, como mínimo, los mismos ingresos del último año
de su vida “privada”, más la compensación de los gastos legítimos (ni fiestas,
ni hoteles de lujo, ni comilonas) ocasionados con motivo de su desempeño. Y
nada más. Las pagas vitalicias por razón del cargo por el que han sido cesados,
puede rozar la inmoralidad.
Luego están las
desproporciones, ilógicas por otra parte: No parece de recibo que un presidente
autonómico tenga ingresos que superan casi el doble a los del presidente del
Estado, por delicada y responsable que sea su alta misión. No es de extrañar
que los autodenominados indignados clamen en contra de esta situación
privilegiada de la clase política, sus abusos, corrupciones prevaricaciones y
demás arbitrariedades cometidas en provecho propio, que llevó a Julio Anguita a afirmar que se retiraba
de la política porque, por ser honesto no le llamaban honrado, sino gilipollas.
Según Aristóteles, la política debe ser una continuación de la ética, por lo que la virtud
y la felicidad no pueden alcanzarse si no es en el seno de una sociedad
políticamente bien dirigida, y, por lo tanto, la moral de los ciudadanos debe
considerarse un asunto de estado. La virtud y la felicidad no puede
procurárselas el hombre al margen de las instituciones políticas. El nivel
moral depende de lo bien o mal que este organizada la sociedad políticamente.
El hombre es un animal político por
naturaleza, añadía el sabio griego, que para realizarse necesita pertenecer a
una comunidad… pero no aprovecharse
de ella
-Señor, señor, ¿por qué tenemos
estos políticos? – Por que lo votáis, hijo, por que los votáis.
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